La clase
obrera va al paraíso (1971) es una gran película italiana del comunista
(antisoviético) Elio Pietri. Hoy nos preguntamos cuál es el paraíso de la clase
obrera. Se suponía que al otro lado del Muro de Berlín y en China ya vivían en
ese paraíso sin explotadores, pero los paradisíacos sorprendieron al mundo
derribando el “muro” para respirar libre. Luego nos quedaba Cuba hacia cuyo
“mar de la felicidad” nos conducía el Gran Timonel. Hace unos meses hicieron
una encuesta secreta en la isla y 75% se atrevió a manifestar que se iría del
paraíso si pudiera. Las respuestas revelan una gran desilusión de los cubanos
con su “paraíso obrero” y que la gran mayoría sueña con esperanzas fuera de los
estrechos muros del régimen actual: libertad personal de iniciativa, de opinión
y de empresa, vivienda propia bien equipada, acceso a bienes y servicios de
calidad, libre movilidad y libre comunicación por Internet, celular… Luego de
56 años de control del Partido Comunista ateo, 70% tiene una opinión favorable
a la Iglesia católica y 49% se confiesa creyente. Total que para la mayoría de
los cubanos felicidad es llegar a ser “clase media”.
En
Venezuela la “clase media” es la que más está sufriendo, pero los pobres
suspiran por ella. Esto es incomprensible para un marxista, para quien las
clases son dos, la proletaria explotada y la burguesa explotadora, enfrentadas
a muerte sin término medio. Para ellos “clase media” es apenas un “entre
tanto”, un “por ahora”, una pasarela por
donde algunos vergonzantes proletarios en ascenso, renegando de su clase, se
quieren pasar al enemigo. Por eso un par de ministros de la revolución han
advertido sobre esta condición traidora (aunque tal vez sin maldad) de la clase
media y el cuidado necesario para que los pobres al mejorar no se “aburguesen”,
ni traicionen a su clase, cosa que ocurre fácilmente con un buen trabajo,
vivienda, carro, TV, celular e Internet y con paseos a centros comerciales
capitalistas o a los paraísos engañosos del imperio… Y reclaman la libertad de
viajar y de opinar. Sin querer queriendo, el bienestar y sus ojos de futuro los
convierten en “clase media”, los emancipan del gobierno y del partido y pierden
todo el deseo de construir el socialismo estatista, controlador y de pobreza
perpetua administrada.
Quienes
están en el poder al frente de esta miseria creciente no entienden que desde el
año 1850 de Marx a 2015 el mundo ha cambiado. Ya no es cierto que el proletario
“nada tiene que perder sino sus cadenas”. Hoy la mayoría de los trabajadores
europeos tiene más de 12 años de formación y mucho que perder. Lo peor para un
trabajador español, francés o italiano es no tener un empresario con quien poder trabajar.
Por otro
lado tampoco tenemos futuro si la empresa es concebida como el negocio del
capitalista, cuyas ganancias dependen del incremento en la extracción de la
plusvalía del trabajo ajeno. Hoy al empresario no le va bien, a los trabajadores
tampoco y no podrán participar en los beneficios del éxito si la empresa no
juega en equipo en el campeonato productivo de un mundo globalizado. En equipo
se triunfa o se pierde. Al empresario inteligente y con visión no le conviene
un trabajador reducido a “fuerza de trabajo”, sino valorado como “talento de
trabajo”, preparado a la altura de los mejores del mundo; pero a 14 millones de
trabajadores venezolanos les falta en promedio la mitad de los años de buena
escolaridad que necesitan. No hay esperanza con este gobierno ciego y
empecinado, pero luego la buena gerencia no brotará espontánea y las virtudes
del empresario del siglo XXI son escasas y hay que multiplicarlas.
El afán de
superación es una buena cualidad y la revolución de las aspiraciones un hecho que transforma todo,
pero se frustra si queda solo en consumismo, sin el complemento de valores
humanos de fondo como la solidaridad y prácticas efectivas que llevan a
producir juntos y compartir el bienestar común. Necesitamos apostar en serio y
nivelar hacia arriba las potencialidades de la población empobrecida que hoy
carece de lo fundamental. La gente no aspira a ser millonaria, sino a tener
oportunidades y acceso a los bienes y servicios, al respeto y vida digna con
empresas exitosas en la que sean valorados por su talento y productividad. Esta
“clase media” es el paraíso soñado por los pobres, que es mucho más que salir
de este lamentable y desorientado gobierno.
Publicado en La Patilla - Opinión - 23-04-2015