martes, 30 de septiembre de 2014

Las Cifras del ministro

Las cifras del ministro
ALEJANDRO MORENO
30 DE SEPTIEMBRE 2014 - 12:01 AM
El ministro del interior en una reciente entrevista ha dicho: “De cada 100 homicidios que ocurren en Venezuela, 76 son enfrentamientos entre bandas o enfrentamientos entre bandas y cuerpos de seguridad”. Y continuó diciendo que esos fallecidos “no son directamente asignables” a un problema de seguridad en el país. Y siguió: “Son diferencias entre bandas que han desarrollado una cultura de la violencia, que la única solución a sus diferencias es matarse los unos a los otros”.
Sabemos ya que las cifras del ministro son abismalmente inferiores a las de institutos universitarios muy serios como el Observatorio Venezolano de Violencia que no tienen ningún interés en camuflarlas para dejar más o menos bien al gobierno del ministro. Según se puede deducir de esas declaraciones, sobre el 76% de los muertos por violencia no hay que preocuparse mucho porque al fin y al cabo son malandros. ¿No seres humanos, señor ministro? Ahora bien, el 76% de 24.673 asesinados el año pasado (cifras del Observatorio citado, únicas en las que confiamos) suma 18.751 asesinos muertos por otros tantos asesinos vivos. Bueno, algunos son muertos en enfrentamientos con la policía (Dios nos libre de considerar asesinos a los policías), de modo que los asesinos vivos serán quizás un poco menos; aunque pueden también ser un poco más pues no está dicho que a cada asesinado le corresponda un solo asesino, sobre todo si se trata de “bandas” como dice el ministro.
Si seguimos calculando con ese criterio, a los 18.751 asesinos muertos, de los que por tanto nos hemos liberado en un año, habría que añadir otros 16.485 del año anterior y otros 14.788 del anterior, y, y, y. Si nos contentamos con calcular los asesinos muertos durante los últimos 10 años, para atenernos al tiempo del que la gran mayoría de los venezolanos pueden tener vivos recuerdos, la cifra rondaría los 120.949, simplemente sacando el 76% de los homicidios acaecidos durante esta década. Pero eso supone por lo menos otros 120.949 asesinos vivos. ¡Y la mayoría sueltos! Pero no todos los asesinos asesinan todos los años a alguien. A los 18.751 de 2013, ¿cuántos que no han actuado ese año pero que actuaron antes y podrán actuar después habrá que añadir? ¿Y a los 120.949 de la década? ¿Eso no es “asignable” a un problema de seguridad en el país? ¿Cuántos asesinos vivos y muertos ha producido, produce y tiene en actividad Venezuela? De esta violencia no nos van a librar los malandros matándose entre ellos. Si el ministro ha querido quitarle importancia al problema, se ha lucido.

ciporama@gmail.com

Los zombis de la austeridad europea

Los zombis de la austeridad europea
JOSEPH E. STIGLITZ
30 DE SEPTIEMBRE 2014 - 12:01 AM
“Si los hechos no encajan en la teoría, cambia la teoría”, dice el viejo adagio. Pero muy a menudo es más fácil mantener la teoría y cambiar los hechos, o eso es lo que parece creer la canciller alemana Ángela Merkel y otros líderes europeos pro austeridad. Aunque los hechos siguen mirándoles a la cara, ellos continúan negando la realidad.
La austeridad ha fracasado. Pero sus defensores están dispuestos a cantar victoria sobre la base de la evidencia más débil posible: la economía ya no está colapsando; por lo tanto, ¡la austeridad debe estar funcionando! Pero si ese es el punto de referencia, podríamos decir que saltar desde un acantilado es la mejor manera de bajar de una montaña; al fin de cuentas, el descenso ha sido detenido.
Sin embargo, cada crisis llega a su fin. El éxito no se debe medir por el hecho de que la recuperación se produce con el transcurso del tiempo, sino que se debe medir según la rapidez con la que dicha recuperación se afianza y según cuán extensos son los daños causados por la caída.
Visto en estos términos, la austeridad ha sido un desastre total y absoluto, desastre que se ha hecho cada vez más evidente a medida que las economías de la Unión Europea se enfrentan una vez más al estancamiento, si es que no se enfrentan ya a una recesión de triple inmersión, con un  desempleo que persiste en niveles récord y, en muchos países, con un PIB real per cápita (ajustado según la inflación) en niveles que permanecen por debajo de los niveles prerrecesión. Incluso en las economías de mejor desempeño, como la de Alemania, el crecimiento desde la crisis de 2008 ha sido tan lento que, en cualquier otra circunstancia, sería clasificado como pobre.
Los países más afectados se encuentran en una depresión. No hay otra palabra para describir una economía como la de España o Grecia, donde casi una de cada cuatro personas –y más del 50% de los jóvenes– no puede encontrar trabajo. Decir que el medicamento está funcionando porque la tasa de desempleo se ha reducido en un par de puntos porcentuales, o porque uno puede ver un atisbo de magro crecimiento, es similar a que un barbero medieval diga que una sangría está funcionando, porque el paciente aún no ha muerto.
Extrapolando el modesto crecimiento de Europa a partir del año 1980 hacia delante, mis cálculos indican que en la actualidad la producción en la eurozona está más de 15% por debajo de donde hubiese tenido que estar en caso de que no se hubiese producido la crisis financiera del año 2008, lo que implica una pérdida de aproximadamente 1,6 millones de millones de dólares solamente este año, y una pérdida acumulada de más de 6,5 millones de millones de dólares. Aún más preocupante es el hecho de que la brecha se está ampliando, en vez de cerrarse (como sería de esperar después de una crisis, cuando el crecimiento suele típicamente ser más rápido de lo normal ya que la economía trata de ganar el terreno perdido).
En pocas palabras, la larga recesión está reduciendo el crecimiento potencial de Europa. Los jóvenes, que deberían estar acumulando habilidades, no las están acumulando. Hay pruebas abrumadoras de que dichos jóvenes enfrentan la perspectiva de alcanzar ingresos durante su período de vida que llegarían a ser significativamente menores que los que hubiesen alcanzado si hubieran llegado a la mayoría de edad en un período de pleno empleo.
Mientras tanto, Alemania está obligando a otros países a seguir políticas que debilitan sus economías –y sus democracias–. Cuando los ciudadanos votan repetitivamente por un cambio de políticas –y pocas políticas les importan más a dichos ciudadanos que aquellas que afectan a su nivel de vida–, pero se les dice que estos asuntos se determinan en otro lugar o que ellos no tienen otra opción, tanto la democracia como la fe en el proyecto europeo sufren un deterioro.
Francia votó a favor de un cambio de curso hace tres años. En cambio, a los votantes se les ha dado otra dosis de austeridad pro empresarial. Una de las propuestas más antiguas en economía es el multiplicador del presupuesto equilibrado –el aumento de los impuestos y los gastos, uno tras otro, para estimular la economía–. Y, cuando los impuestos se dirigen a gravar a los ricos, y los gastos se dirigen a beneficiar a los pobres, el multiplicador puede ser especialmente alto. Sin embargo, el llamado gobierno socialista de Francia está bajando los impuestos corporativos y reduciendo los gastos –una receta que de manera casi garantizada va a debilitar la economía, pero es una receta que gana elogios provenientes de Alemania.
La esperanza es que los impuestos corporativos más bajos estimularán la inversión. Esta idea es un auténtico disparate. Lo que está frenando la inversión (tanto en Estados Unidos como en Europa) es la falta de demanda, no los altos impuestos. En efecto, teniendo en cuenta que la mayor parte de la inversión se financia con deuda, y que los pagos de intereses son deducibles de los impuestos, el nivel de impuestos corporativos tiene poco efecto sobre la inversión.
Del mismo modo, se está alentando que Italia acelere la privatización. Pero el primer ministro, Matteo Renzi, tiene el buen sentido de reconocer que la venta de los bienes nacionales a precios de remate no tiene mucho asidero. Son las consideraciones de largo plazo, no las exigencias financieras de corto plazo, las que deberían determinar qué actividades se producen en el sector privado. La decisión debería basarse sobre dónde se llevan a cabo las actividades de manera más eficiente, sirviendo de la mejor manera a los intereses de la mayoría de los ciudadanos.
La privatización de las pensiones, por ejemplo, ha demostrado ser costosa en los países que han intentado el experimento. El sistema de atención de salud estadounidense que en su mayoría es privado es el menos eficiente en el mundo. Estas son preguntas difíciles, pero es fácil demostrar que la venta de activos estatales a precios bajos no es una buena manera de mejorar la solidez financiera a largo plazo.
Todo el sufrimiento en Europa –infligido al servicio de un artificio hecho por el hombre, el euro– es aún más trágico por ser innecesario. No obstante que la evidencia sobre que la austeridad no funciona, sigue en aumento, y Alemania y los otros halcones han doblado sus jugadas relativas a dicha austeridad, apostando el futuro de Europa sobre la base de una teoría que está desacreditada desde hace ya mucho tiempo atrás. ¿Por qué se tendría que argumentar con más hechos para demostrar este punto a los economistas?
Copyright: Project Syndicate, 2014.

www.project-syndicate.org

Sin ética no hay país

Sin ética no hay país
Gustavo Coronel

Hay casos de rápida evolución que llaman a a la admiración. Un japonés de cortos años hubiese podido ver  los barcos del Almirante Perry entrar en la bahía de Tokio y también hubiese podido asistir, ya hacia el final de su vida, al acto de rendición de la armada imperial japonesa, a bordo del U.S.S. Missouri, en la misma bahía. La visita de Perry tuvo lugar en 1854 y abrió las puertas del Japón a las influencias occidentales. La rendición de Japón, en 1945, lo llevó a integrar el bloque de países modernos, afines al mundo occidental . En esos noventa años Japón se convirtió de estado feudal en país industrializado. Abolió el shogunato y restauró la dinastía Meiji, más o menos por la misma época en la cual en Venezuela imperaban los hermanos Monagas y se veía venir la Guerra federal (1859-1863). En ese lapso de unos 90 años Venezuela progresó lentamente y, apenas en 1935, entró a la modernidad de mano de Eleazar López Contreras y de médicos sanitaristas como Tejera, Gabaldon, Baldó, García Maldonado, quienes derrotaron las plagas y epidemias que caracterizan a los pueblos atrasados.
Todo un país, Japón cambió drásticamente para mejorar, en el curso de una  vida humana.  Todo un país, Venezuela, ha sido destruido en apenas 15 años por una pandilla de hampones ignorantes e ineptos. Y es que la involución  lamentablemente se lleva a  cabo de manera mucho más más rápida que la evolución. Construir es un proceso penoso y largo, destruir es un acto breve de maldad.
El acto de construir requiere  un liderazgo y visión perseverante en el tiempo mientras que el acto de destruir apenas necesita de una poblada guiada por los más bajos deseos. En Venezuela 1999-2014  la extrema rapidez de la destrucción y su espantosa magnitud requirió una quiebra de la ética colectiva venezolana como nunca la hubiéramos pensado posible. En el proceso de destrucción nacional han participado:  (1),  los miembros del llamado chavismo-castrismo,  fanáticos empeñados en retroceder al siglo XIX en pleno siglo XXI; (2), una gran masa de gente pobre, ansiosa de salir de la pobreza rapidamente y dispuesta a dar lealtad a quien se lo prometa, sin pensar que no hay salida a la pobreza que no sea por la vía de la educación y del trabajo; (3),  una clase empresarial y bancaria  de apellidos conocidos pero podridos en cuerpo y alma que se ha llenado los bolsillos de dinero petrolero a expensas del bienestar de la nación; (4), una Fuerza Armada que se ha prostituído con una pasmosa facilidad, inclusive incursionando en el tráfico masivo de drogas, convirtiendo al régimen en un narco-estado; y, (5), una burocracia que ha aprovechado  la ineptitud y  la complicidad del poder para saquear el tesoro público con total impunidad, demoliendo instituciones y violando constitución y leyes.
Es hasta estadísticamente documentable que esta gran masa de cómplices, unos con premeditación y otros acuciados por el deseo de salir de abajo tomando atajos, constituyó en algun momento la mayoría en el país. De otra manera no puede explicarse la rapidez con la cual se ha  llevado a cabo el desastre. Aparejados a esta gran masa hemos tenido grupos importantes de venezolanos que, sin convenir con los métodos del régimen, han dejado que el desastre se lleve a cabo por múltiples razones: indiferencia, flojera o deseos de seguir actuando frente al hamponato con guantes blancos, como si estuviéramos bajo un sistema democrático. Los venezolanos quienes han  defendido democracia y libertad con vigor y decisión, apegados a la ética que aprendieron en sus hogares y de sus maestros, han sido hostigados por enemigos y ni-nis, haciendo muy difícil que la nación encuentre el camino hacia la recuperación.
La ética es una brújula, una guía para la acción: no robar, no hacer daño, sumar al bien colectivo, manejar cuidadosamente el erario público, ser buenos ciudadanos. Quienes llevan en alto esa bandera ética están en minoría en Venezuela y es necesario enfrentarnos con esa realidad. No podemos seguir rindiéndole pleitesía a las virtudes de la pobreza o seguir excluyendo a quienes quieren progresar en aras de quienes prefieren permanecer en el atraso. Los niños de la calle no son niños de la patria ni los damnificados son dignificados. Son gente afligida que requiere pasar de la categoría de  desposeídos a la categoría de ciudadanos. La pobreza es una enfermedad, no una virtud.  La ignorancia no es una característica amable y folklórica sino una terrible aflicción que genera hambre, enfermedad y criminalidad.

Si la ética no prevalece, si no hay justicia ejemplar para el crimen y la corrupción en Venezuela  veremos llegar otros chávez y otros maduros y seguiremos sin huevos.